Por: Cristina Arboleda P. e Isabel González R.
El grupo “Con mis hijos no te metas” se ha movilizado en la región para rechazar la inclusión del enfoque de género en el currículos. ¿Pueden los prejuicios proteger a lxs estudiantes?
Los padres de Lucía* recorrieron 14 colegios en Quito hasta encontrar un cupo para su hija trans de seis años. A ella, la transfobia casi le impide ingresar al sistema educativo. En cambio a Sergio Urrego, el décimo mejor bachiller de Colombia, la persecución de las directivas del Gimnasio Castillo Campestre por ser gay lo llevaron al suicidio unos meses antes de graduarse.
El miedo es el origen de todas las fobias, también de la homofobia -rechazo a las personas homosexuales- y de la transfobia -repudio a quienes su identidad de género no corresponde con el sexo que se les asignó al nacer. Es fácil aprender a señalar la diferencia cuando la discriminación hace parte de las reglas y los contenidos escolares.
Según la Red Iberoamericana de Educación LGBTI, siete de cada 10 estudiantes con orientación, identidad o expresión de género diversa se sienten insegurxs** en los centros educativos de Colombia y Perú. En Ecuador, 25% ha sufrido exclusión de actividades escolares por su orientación sexual.
Esto sucede porque la escuela refuerza la idea de que el mundo está dividido entre lo masculino y lo femenino. Quienes desequilibran este orden quedan fuera de juego, se vuelven invisibles y existen solo para las burlas, los insultos o los golpes.
Quitarse la vida es concretar esa sensación de no existir. En Perú, cuatro adolescentes intentaron suicidarse en el colegio Esclavas del Sagrado Corazón de Jesús. Una de ellas dijo que eran acosadas y tildadas de lesbianas, incluso por sus profesoras..El informe Out In The Open de la Unesco sugiere que lxs estudiantes LGBTI tienen entre dos y cinco más probabilidades de pensar en el suicidio.
La violencia no discrimina
El cabello negro y brillante ya alcanza los hombros. A los seis años, cortarlo le provocaba tanta tristeza como no usar vestido para ir a estudiar. Siempre se sintió una niña. En las vacaciones de 2016 sus padres le permitieron dejarse crecer el pelo, escoger un nuevo nombre y buscaron otra escuela para ella en Quito. Ahora se llama Lucía, aunque en su cédula dice “Juan”.
Antes de la transición, Lucía dijo que quería morirse. Se estaba apagando. En cambio, desde que ingresó al único lugar que aceptó educarla y respetar su identidad como niña trans, creció 14 centímetros, subió de peso y reguló el sueño.
Ir a la escuela no garantiza el derecho a la educación. Hace falta que lxs niñxs aprendan sin miedo a ser señaladxs. Lucía entra al baño de las niñas y solo quien entrega las calificaciones al Ministerio de Educación conoce el nombre legal. Con su tránsito, quedaron atrás los comentarios ofensivos de sus excompañeros y ella mejoró las notas.
Si bien no existen cifras oficiales sobre la discriminación contra estudiantes de identidad diversa en Ecuador; Pablo Ormaza, director nacional de Educación para la Democracia y el Buen Vivir, dice que el Ministerio de Educación (Mineduc) ha recibido seis denuncias por homofobia y transfobia a nivel nacional.
Ormaza agrega que el Mineduc está difundiendo un protocolo para atender este tipo de violencia. Aún así, en este país se conocen casos de estudiantes forzadas a usar peluca para esconder el cabello corto y niñas trans a quienes les obligan a comportarse como hombres. Además, los padres de Lucía siguen a la espera de que se tomen medidas frente a las instituciones educativas que discriminaron a su hija.
En las escuelas, como en la sociedad, la violencia es una forma de expresar la masculinidad: “No solo es estar interesado en las chicas sino atacar la homosexualidad. Ser heterosexual no es el punto sino parecerlo”, explica Samuel Escobar, abogado penalista de Colombia Diversa.
Los gobiernos tienen el reto de lograr que el respeto a la diversidad no dependa del criterio de profesores y autoridades para ser la norma.
Un currículo para todxs
El género se construye de forma permanente, también a través de lo que ocurre y se enseña tanto en el aula de clases como en el patio de juegos. Por eso, el enfoque de género busca eliminar del currículo los estereotipos, la idea de que existen acciones “propias de hombres” y acciones “propias de mujeres”.
Los padres de Lucía están decididos a romper el prejuicio de que las personas trans solo se dedican al trabajo sexual y la peluquería. En la región hay muchas Lucías, pero no todas las escuelas aceptan educarlas respetando su identidad ni tienen un currículo que fomente la igualdad.
En Colombia, Ecuador y Perú, el enfoque de género es un eje transversal de los currículos y los contenidos deben ser una oportunidad para abordarlo. Sin embargo, para enseñar que todas las personas son iguales, se necesita creer en la igualdad: “No es cuestión de tematizar con lxs alumnxs, hay que empezar por reflexionar con lxs docentes sobre su construcción del género y la sexualidad”, advierte el investigador colombiano Iván García. Él considera que la transversalización de este enfoque es débil en Latinoamérica.
Para hablar de género no basta con incluir más mujeres en los libros. La asesora en educación para la igualdad, Débora Solís, explica que los Estados no han asignado recursos económicos para capacitar a lxs docentes, desarrollar herramientas pedagógicas y evaluar la implementación. García opina que la transversalización es ideal, pero la mayoría de profesores todavía no cuestionan sus prejuicios ni aceptan la diversidad, y al final, está en sus manos aplicar o no el enfoque.
El investigador también afirma que hace falta un mensaje político claro para que el enfoque de género se ponga en práctica y se reconozca que las personas con identidad diversa, como Lucía, tienen los mismos derechos y el mismo potencial para aprender. Además, este enfoque representa una oportunidad para visibilizar otras diversidades como la discapacidad, la nacionalidad o la etnia y evitar su discriminación.
La igualdad provoca miedo. En toda la región se han organizado marchas y movimientos como “Con mis hijos no te metas”, liderados por grupos cristianos que distorsionan el enfoque de género para evitar que se convierta en política pública.
Por ejemplo, 94% de los peruanos está de acuerdo con que se promueva la igualdad de género, aún así un colectivo conservador logró que la Corte Superior de Lima anule parcialmente el enfoque en el currículo aprobado a inicios de 2017. Ahora la Corte Suprema tiene que resolver si ratifica o revoca la decisión.
Los grupos ultraconservadores se oponen al reconocimiento de ciertos derechos civiles. Hablan en nombre de lxs niñxs, aunque no se manifiestan frente a la violencia sexual que les afecta. Defienden sus prejuicios de adultos: dicen que “la ideología de género” promueve la homosexualidad y destruye la familia. Pero la “ideología de género” es su invento para desacreditar la búsqueda de la igualdad.
“No nos derrumbamos por tener una hija trans”, dice la mamá de Lucía. En la refrigeradora cuelga la única foto de su hija cuando era niño. A veces los padres la miran con nostalgia. En la mañana, ellos salen al trabajo, mientras Lucía y su hermano van a la escuela. Al final del día comparten la mesa como cualquier familia. “Somos tan convencionales que parecemos aburridos”, bromean durante la cena. La diferencia es que muestran con orgullo la bandera rosa, blanca y celeste de la comunidad trans.
Cuando la discriminación es regla
Los manuales de convivencia establecen sanciones y buscan la armonía al interior de los centros educativos. Pero cuando no garantizan los derechos constitucionales convierten la diversidad en motivo de castigo, como le sucedió al estudiante Sergio Urrego, quien se lanzó de la terraza de un centro comercial de Bogotá, en 2014.
Sergio y su novio se dieron un beso, breve e inocente, en el aula de clases. Este acto desató la persecución de las directivas del Gimnasio Castillo Campestre. El abogado Samuel Escobar aclara que Sergio fue discriminado por la rectora, la psicóloga y la veedora del plantel educativo. Escobar toma aire para enumerar las acciones en contra del estudiante de 16 años.
A lxs adolescentes les exigieron revelar su orientación sexual, les pidieron una evaluación psicológica y les obligaron a terminar su relación. La rectora forzó a que los padres del novio de Sergio lo denunciaran por acoso sexual, aunque sabía que la relación era consensuada. A Sergio le impidieron volver al colegio, tres meses antes de graduarse. Como si fuera poco, la rectora denunció por abandono de hogar a Alba Reyes, mamá de Sergio. El Instituto de Bienestar Familiar concluyó que la única violencia provenía de quienes dirigían el colegio.
Cuando los prejuicios frente a la diversidad se convierten en reglas, la discriminación se institucionaliza. Para acosar a Sergio se citó el manual de convivencia. Lo mismo ocurrió en 2016 con cuatro estudiantes de 15 años que tomaron una sobredosis de pastillas en un centro educativo de Arequipa, luego de sufrir bullying homofóbico. Después del intento de suicidio, el colegio pretendió expulsarlas apelando al reglamento.
Para Escobar, también profesor de criminología, el suicidio es una consecuencia recurrente de la discriminación por orientación sexual. En los últimos tres años, él ha defendido a la familia de Sergio en tres procesos: el penal, contra la rectora, la veedora y la psicóloga del colegio; el administrativo, por el cual la Secretaría de Educación sancionó al plantel por no aplicar la ruta establecida para estos casos; y el constitucional, en el que se logró la primera condena por el delito de discriminación por razón de la orientación sexual en Colombia.
La sentencia T-478 de la Corte Constitucional ordenó realizar al Gimnasio Castillo Campestre un acto para reparar el buen nombre de Sergio, una ceremonia de grado póstumo, poner una placa conmemorativa y ofrecer disculpas públicas. Al Ministerio de Educación le obligó revisar todos los manuales de convivencia para verificar que no promuevan la discriminación.
El proceso quedó inconcluso. El movimiento antiderechos divulgó información falsa sobre los materiales que diseñó el Ministerio de Educación colombiano para que lxs docentes aprendieran a manejar situaciones de diversidad sexual. En entrevista con La Silla Vacía, Reyes dijo que tres años después de la muerte de su hijo solo se ha revisado 28% de manuales de convivencia.
Lo que el odio destruye solo se recupera con amor. Eso lo saben los padres de Lucía, quienes crearon la Fundación Amor y Fortaleza. También la mamá de Sergio, quien fundó una organización social que lleva el nombre de su hijo. Para ellos ha sido la manera de conjurar el dolor y convertirlo en el motor de la lucha por la eliminación de la transfobia y la homofobia en los entornos educativos.
Discriminar es un delito
El 2 de octubre de 2017, Ivonne Cheque, expsicóloga del Gimnasio Castillo Campestre fue condenada a 35 meses de prisión y al pago de 8,49 salarios mínimos. Esta es la segunda condena penal por discriminación en razón de la orientación sexual, tipificada como delito desde 2011 en Colombia. En el proceso de Sergio Urrego, las directivas del colegio son investigadas por discriminación agravada, falsa denuncia en contra de persona determinada y ocultamiento, alteración o destrucción de elemento material probatorio.
Pese a que discriminar es un delito, pocos casos reciben atención de los ministerios de educación y muchos menos se judicializan. En Ecuador, el Código Orgánico Integral Penal establece una condena de uno a tres años de prisión. El Código Penal Peruano lo castiga con cárcel de dos a tres años o con 60 a 120 jornadas de servicio comunitario.
El suicidio es la consecuencia extrema de este delito, que no solo afecta a gays, lesbianas, bisexuales, transgénero o intersexuales. Los estudios de clima escolar indican que el número de víctimas de bullying homofóbico sobrepasa el número de alumnxs que se identifican como LGBTI. Temer a la igualdad tiene consecuencias que afectan a todxs.
Poner cualquier creencia por encima de los derechos, no protege sino que fomenta la discriminación en las escuelas. Irina Bokova, directora de la Unesco, advirtió que ningún país alcanzará la meta de brindar educación incluyente y de calidad mientras lxs estudiantes sean violentados por su orientación sexual o identidad de género.
Por eso, la educación debe dejar de ser un terreno de disputa.
* Nombre protegido.
* Usamos la ‘x’ como una forma de incluir a quienes no se identifican ni como hombres ni como mujeres. Como dice Gabriel García Márquez: “La x se abre de brazos en perfecto equilibrio amoroso y espera su turno que es, casi siempre, el más importante”.