“Tiempo libre, ¿qué es eso?” Un día en la vida de adolescentes que son madres

 

Foto de Maritza Pérez, producto del taller de fotografía realizado en 2012.

Jimena* sueña con jugar, ella dice que quisiera estar con sus hermanitos en el parque, o despreocupada. Ella tiene 17 años y sale del sueño para terminar de vestirse porque debe ir a trabajar. Todos los días Jimena levanta a su hija de 3 años y la baña, hace la colada para el desayuno de la niña y la deja al cuidado de su hermana, quien tiene 23 años y también es madre.

El torso delgado y la escasa estatura la hacen lucir como una niña, pero no lo es. Jimena es madre y quedó en embarazo a los 13 años. Su hija es el resultado de repetidos abusos sexuales de un familiar cercano y aunque es un tema que prefiere no recordar, la presencia de su nena y las obligaciones de adulta se lo recuerdan a diario.

Cerca de las ocho de la mañana el tráfico quiteño se paraliza. Filas de carros y ceños fruncidos invaden las calles de la capital ecuatoriana. Todos quieren llegar pronto a sus trabajos: pitan y aceleran. Son las 7:45 y Sofía* trata de salir a empujones de un bus con sus dos hijos, de 4 años el uno y de 8 meses la otra. Después de media hora de trayecto se baja en la calle Colón, una de las principales de las ciudad. Ella suda, la mochila vuela por el aire pero no se cae gracias a una cuerda que la une a su dueña. Finalmente, Sofía llega a la guardería y deja al niño, le da un beso en la frente y le dice “portaraste bien”. Luego camina por las calles del centro norte con la bebé cargada dentro de un canguro de cuadros rojos y grises. El sol de altura le ilumina el rostro.

Ecuador es el segundo país en el área andina, después de Venezuela, con mayor número de embarazos en adolescentes. Se estima que 122.301 mujeres entre los 12 y los 19 años son madres. Jimena y Sofía hacen parte de estas cifras.

El aumento de los embarazos en menores de 14 años profundiza las desigualdades entre hombres y mujeres. Las adolescentes y sus hijos-as corren altos riesgos de muerte. Según el Ministerio de Salud Pública hay 45 muertes maternas por cada 100 mil nacidos vivos y dentro de las causas más frecuentes están las hemorragias y la hipertensión.

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Andrea* deja a la nena al cuidado de su madre en un puesto de frutas en el Tejar, recoge el coche y pica en triángulos una de las tres sandías que pretende vender hoy. Ella prefiere dejar a su hija en un lugar seguro porque dice que es muy peligroso llevarla con ella porque los carros pueden lastimarla. Cuando estaba en el colegio, en séptimo grado, Andrea quedó en embarazo y se fue a vivir con su pareja, hasta que el licor los hizo separar.

Cada día, Andrea, cabello negro y delantal, se pasea por entre los carros y ofrece la sandía jugosa. Puede vender entre 7 y 10 dólares. Y ahora, en pleno julio, aprovecha los días de intenso sol en los que la gente busca refrescarse. El sol le quema el rostro y los brazos, pero es su trabajo. Por lo menos hoy no han llegado los “chapas” (policías) a molestarla porque no tiene permiso para trabajar en la calle. Ya van dos veces que le quitan el coche y ella prefiere perderlo antes que pagar la multa. Cada coche le cuesta entre 200 y 300 dólares.

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La mayoría de las adolescentes que son madres deben cuidar de sus hijo-as, acceder al mercado laboral a edades tempranas, abandonar el colegio y al mismo tiempo, terminar de crecer. Eso les ocurre a Lucrecia* y Carlita*.

“Siga no más, no se queden en las puertas, avancen”, dice el controlador del bus. Byan* se abraza a su madre y esconde su rostro. La joven madre busca un lugar porque el camino a la casa donde trabaja desde hace dos años como empleada doméstica es largo. Alguien le cede el puesto. Ella se sienta y el hijo de 2 años se duerme. Lucrecia aprovecha para mirar los problemas de álgebra que no termina de entender después de la última clase de matemáticas. Después de una hora de trayecto cierra el cuaderno y mata el tedio jugando en una tablet. A lo largo del trayecto se suben y bajan colegiales y otras chicas que como ella son madres antes de cumplir la mayoría de edad.

Carlita revisa su celular y sube una selfie que se hizo recién salió de la ducha. Se ve con el pelo mojado peinado de medio lado y manda un beso. Mientras tanto grita: “Melissa ya te dije que no le pegues al gato”. La bebé de un año y medio se cae y empieza a llorar. Carlita se exaspera y comenta que no sabe por qué está tan malcriada la bebé, si antes era más tranquila.

La joven familia está compuesta desde hace tres meses por el padre que tiene 19 años, la madre de 15, la niña y un gatito adoptado que todavía no tiene nombre. Carlita no está acostumbrada a vivir con su novio y le es difícil estar a cargo de la familia. Antes de habitar el cuarto donde ahora viven, la familia estuvo de paso por la casa paterna pero Carlita la pasó muy mal porque su cuñado abusó de ella un día en el que su novio no estaba en casa. Ella le contó a su regreso y por eso decidieron irse a un nuevo lugar para los tres, pero a él lo acaban de despedir del trabajo que tenía como obrero en una construcción.

Según el Instituto Nacional de Estadística y Censos en Ecuador 1 de cada 4 mujeres ha sido víctima de violencia sexual, esta situación usualmente ocurre en los contextos familiares o cercanos a las adolescentes. Algunas adolescentes como en el caso de Carlita se ven expuestas a situaciones de vulnerabilidad sin que estos casos sean denunciados y por tanto no reciban apoyo psico-social. Cuando los embarazos son producto de abusos sexuales, las adolescentes deben asumir una maternidad no deseada, ya que en Ecuador no está despenalizado el aborto en caso de violación.

El pasado 28 de febrero, el presidente Rafael Correa anunció que entre el 2010 y el 2014, el embarazo en las mujeres entre 15 y 19 años disminuyó del 60,61% al 56,08%. Sin embargo, los embarazos en adolescentes entre 10 y 14 años subieron en ese período de 1,98% a 2,16%. Los casos de embarazo en menores de 14 años están asociados con el abuso sexual, ya que toda relación sexual con niñas y adolescentes menores de 14 años es considerado según el Código Integral Penal como violación. Esto es una muestra de la vulnerabilidad de las niñas y adolescentes y la imposibilidad de acceder a opciones como el aborto en este tipo de casos, ya que en el mismo código solo está despenalizado en aborto en caso de: “1. Si se ha practicado para evitar un peligro para la vida o salud de la mujer embarazada y si este peligro no puede ser evitado por otros medios. 2. Si el embarazo es consecuencia de una violación en una mujer que padezca de discapacidad mental”.

De esta manera, la maternidad se convierte en una obligación y en una carga. “Yo al momento no me siento mamá de mi hija, la siento como una hermanita, una amiguita, aunque la cuido y ella me dice mamá, no me siento así” dice Jimena mientras mira a Marianita que juega con su celular.

Sofía se sienta un momento en la vereda del semáforo en donde lleva dos horas vendiendo, el día está difícil porque la gente no quiere comprar caramelos, cuenta las monedas y las pocas que tiene en la mano le dan ánimo para seguir trabajando para conseguir el mínimo que son 8 dólares por día. Pero Gina llora, entonces debe volver a sentarse para darle de comer, es el medio día y el sol cae directo sobre la joven y su bebé. “No le tengo mucha paciencia a la nena», dice y agrega que a veces la niña se cansa de estar en la calle con ella . “Yo también me molesto cuando llora, cuando cumpla un año espero que pueda entrar a la guardería”, cuenta sofocada.

Carlita debe hacer el almuerzo, pero odia cocinar, si por ella fuera no comería, pero sabe que debe alimentar a su hija. Saca de la nevera unas espinacas y las pone a cocinar en una olla con agua, ajo y un poco de sal para hacer una crema. Aparte, pica un poco de cebolla y la pone a freír para hacer arroz, dice que siempre le queda feo, pero que con el tiempo irá mejorando. Debe apurarse pues a la 1:30de la tarde entra al colegio y antes tiene que dejar a Jennifer donde la señora que la cuida, pues desde hace tres meses prohibieron que llevaran bebés al colegio. “Nos dijeron que no era guardería y que buscáramos donde dejar los niños porque no dejan dar clase, ahora nos tocó buscar alguien que cuide a la nena por las tardes”, explica.

El embarazo en la adolescencia también influye en la reproducción de la pobreza. Las jóvenes madres deben acceder a trabajos mal remunerados y precarios como el de Jimena, que recibe 240 dólares mensuales por trabajar en un local de ropa para bebés 10 horas diarias de domingo a domingo. Jimena solo tiene un lunes libre cada 15 días y dice que ha buscado otros trabajos, pero no encuentra por su edad (17 años). Además, cuando menciona que tiene una hija le dicen que no les interesa. Cuando cumpla 18 años quiere tener otro trabajo en el que no reciba insultos de parte de su jefa y pueda almorzar.

Al medio día Andrea lleva su coche de frutas hacia el local de su mamá, allí comen y pasan un tiempo juntas con la bebé, pica un poco más de sandías y regresa a las ventas. Lucrecia le sirve el almuerzo a sus jefes después de haber cocinado y limpiado las habitaciones de los jóvenes de la casa, “yo no sé qué es lo que hacen, pero todos los días están revueltas parece que pasara un terremoto por las noches”. Sofía se sienta en la vereda central con su mamá y otros miembros de la familia que también venden dulces en el semáforo. Todos comen de una tarrina plástica una sopa de bolas de verde. A la bebé le tocan unas cucharadas. Por fortuna, a su hijo mayor le dan desayuno, colación y almuerzo en la guardería.

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A las 4:30 de la tarde Sofía debe ir por su hijo a la guardería así que recoge los caramelos y los guarda en su mochila, le pone un sombrerito a Gina y camina 10 cuadras. Lucrecia va por su bebé a las 5:00 de la tarde y toma el bus de regreso a casa. A la misma hora, Andrea deja su coche de frutas donde su mamá para recoger a la bebé, luego pasa por una tienda y compra arroz, cilantro, tomate y cebolla para la merienda y sigue caminando hasta la casa. Antes de que caiga la noche, Carlita trata de concentrarse en la clase de Historia mientras el celular vibra porque su novio le manda un mensaje. A Jimena todavía le quedan dos horas de trabajo y levanta los pies, que ya le duelen de estar parada en el almacén.

Las relaciones sexuales a temprana edad y la maternidad adolescente tienen relación en la mayoría de los casos con la violencia intrafamiliar, los abusos sexuales, el abandono o la poca confianza que existe entre padres e hijos para hablar sobre sexualidad. Las situaciones de violencia al interior de las familias inciden en que las adolescentes busquen un refugio emocional en una pareja, siendo aún menores de edad. Por eso, uno de los cambios más significativos en el Código Civil Ecuatoriano es la edad mínima para contraer matrimonio. Anteriormente, las mujeres podían casarse a los 12 años y los hombres a los 14 si tenían el consentimiento de sus padres o representantes. Hoy ambos necesitan ser mayores de edad para hacerlo.

Sin embargo, muchas adolescentes se van a vivir con sus parejas sin que haya un matrimonio de por medio, algunas lo hacen desde los 13 años. Estas relaciones influyen en que muchas de ellas dejen de estudiar y se dediquen a ser amas de casa o a trabajar.

A las 7 de la noche Jimena sale por fin del trabajo y recoge a su hija donde su hermana, le prepara la cena y juegan durante un rato. Andrea ve televisión junto con su hija, su programa favorito es una telenovela que se llama La Rosa de Guadalupe, luego limpia la cocina y se va a dormir.

Entretanto, Lucrecia baña a su hijo y dice que prefiere hacerlo en la noche porque en la mañana hace mucho frío, le pone la pijama y lo lleva a dormir. Carlita espera a su novio, le sirve la merienda y le da de comer también a su hija. Sofía acuesta a Jonathan y Gina a las 9 de la noche y ve un poco de televisión junto a su novio. Rendidas todas se acuestan a dormir entre las 9:30 y las 11:00 de la noche, no sin adelantar labores del día siguiente.

La vida de todas estas chicas es un atropello de obligaciones, una tras otra. Una suma de ocupaciones de adultas que las toman por sorpresa sin terminar de ser niñas. Ante la pregunta por el “tiempo libre”, Andrea dice que sí tiene y es cuando juega con su hija. Lucrecia considera que ese privilegio equivale a ese momento en el que sale del del colegio el sábado y camina a coger el bus con sus dos amigas. Para Sofía el tiempo libre equivale a los domingos, “cuando salgo con mi esposo y mis hijos al parque”. Jimena me mira y me pregunta “qué es eso”.

Las adolescentes que quedan en embarazo deben asumir grandes responsabilidades y en consecuencia, les queda poco tiempo para sí mismas, para hacer cosas de chicas jóvenes o simplemente para estudiar. Pero este no es el fin de sus vidas, como a veces les dicen, todas ellas asumen el afán de cada día con la idea de mejorar las condiciones para ellas y sus hijo-as.

“A mí me dicen que soy una fracasada por tener a mi hijo, pero yo no me siento así, yo sé que voy a salir adelante y que voy a lograr todo lo que me proponga”, cuenta Lucrecia. Ella quiere ser enfermera y Sofía en cambio, sueña con tener una casa propia. Andrea quiere tener su propio puesto de frutas y Jimena quiere estudiar contabilidad. Todos los días, mientras ellas trabajan hay que preguntar por cuál es la respuesta del Estado y de la sociedad para que ellas puedan continuar con sus sueños.

* Nombre cambiado para proteger la identidad de la fuente.
Este texto fue escrito por Ángela Mateus y es un producto de divulgación de la investigación “Violencia de género, maternidad adolescente e inserción laboral de jóvenes madres en Ecuador”, realizada por Sentimos Diverso.