Sudáfrica: fortaleciendo alianzas, buscando complicidades y gozando nuestros activismos II

«Allá viene El Alabama.

El Alabama viene sobre el mar.

Allá viene El Alabama,

El Alabama viene sobre el mar.

Muchacha, muchacha, la cama de caña está hecha,

la cama de caña está hecha,

para que yo duerma encima.

Muchacha, muchacha, la cama de caña está hecha,

la cama de caña está hecha,

la cama de caña está hecha».

Frase de la canción Daar kom die Alibama

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Nunca te imaginas que un día cualquiera, bajo un cielo azul, entre un sol impetuoso y un mar extraño, extenso, frío y luminoso llegas a África, al sur de un continente vedado y lejano para nosotrxs lxs latinoamericanxs. Y cuando llegas, no puedes menos que sentir que algo tuyo tiene origen en esa tierra. Veinticinco compañerxs provenientes de México, Honduras, Colombia, Ecuador, Perú, Bolivia, Chile y Argentina arribamos a Ciudad del Cabo la primera semana de mayo. Nadie podía esconder la emoción, aún después de los largos trayectos que hicimos para encontrarnos de nuevo y culminar con la capacitación brindada por la Federación Sueca de Lesbianas, Gays, Bisexuales, Transgénero y los derechos queer, RFSL, que tuvo una primera fase en Estocolmo del 4 al 25 de octubre de 2014.

Fase 1: Desencuentros, choques y frío

El programa Rainbow Leaders, se enfoca en el entrenamiento global, para formar liderazgos LGBTI sostenibles. En esta ocasión trabajamos temáticas específicas durante cada fase y compartimos la experiencia junto a un grupo de activistas de habla inglesa (Europa del Este, Asia, África). La primera fase se centró en técnicas de motivación al staff o los equipos de trabajo de nuestras organizaciones a través de metodologías como el liderazgo apreciativo y la reflexión sobre el autocuidado y el bienestar de lxs activistas. También revisamos los avances regionales en cuanto a la identidad de género,  los enfoques que desarrollan las financiadoras sobre nuestros temas, la edición de contenidos en internet y la visibilización de nuestros trabajos organizacionales a través de la técnica Pecha Kucha.

Durante dos semanas de intenso frío, parecíamos 50 almas en pena que caminaban solas por los corredores interminables de un hotel impersonal y tecnologizado, al mejor estilo de de una película de Stanley Kubrick. Ese fue el primer choque, enfrentar el individualismo.

Suecia significó en muchos sentidos comprender las enormes diferencias que existen entre los activismos latinoamericanos y los activismos europeos. El problema no fue el idioma, porque aunque hablábamos castellano, desde cada rincón del continente americano también se ve diferente el panorama de lo LGBTI, pero además, era novedoso ver el contexto nórdico, donde el tema está más cercano a un enfoque empresarial, con amplios recursos, personal, infraestructura y apoyo estatal.

Ante este panorama las tensiones no se hicieron esperar. Es claro que nos cuesta recibir sin sospecha cualquier cosa que venga desde Europa y esta sospecha nos permitió cuestionar la metodología, los supuestos de cómo debería ser un “activismo sostenible” y cómo debería ser más eficiente una organización. Discutimos incluso sobre por qué como latinoamericanxs no logramos separar nuestro campo profesional del personal, asumiendo que el activismo es una profesión. Para sorpresa de nuestrxs capacitadorxs, es de la vida personal de lo que vitalmente se alimenta nuestro qué hacer como activistas.

Nadie dijo que iba a ser fácil, pero no calculamos que las condiciones generadas para el encuentro nos pusiera en un espacio de tensiones crecientes, en el que nuestra mirada fue forzada a mirar/nos/les desde otros ángulos.

Fue evidente que en el poco o mucho tiempo en el que llevamos desarrollando nuestro activismo, no hemos tenido un espacio para concentrarnos a pensar en cómo “debía” ser ese liderazgo, cómo debían ser nuestras conversaciones con nuestros equipos de trabajo, cómo debíamos crear estrategias para motivar a lxs activistas y personal que trabaja en nuestras organizaciones, muchas de estas situaciones las hemos dado por sentado. Nuestro activismo ha sido construido con las uñas, con escasos recursos económicos y con muchísimos recursos creativos; sin embargo, estos recursos dentro del contexto sueco no tienen el mismo valor.

La primera fase de Rainbow Leaders (hablamos desde Sentimos Diverso, no por otras organizaciones participantes), dejó muchas preguntas y nos permitió problematizar algunas situaciones que vivimos en la cotidianidad: ¿una organización social debe desarrollarse como una empresa para hacerla sostenible? ¿qué significa sostenibilidad para lxs activistas latinoamericanxs? ¿qué es un liderazgo no sostenible? ¿por qué no estimar asuntos como la arremetida de los fundamentalismos religiosos en nuestro continente y por supuesto, la creación de respuestas en alianza para responder a este tipo de peligro para nuestro activismo?.

La agenda de Rainbow Leaders debió ser concertada y afín con las realidades políticas más concretas en lo local. La sensación más clara sobre esta fase es que en Suecia no tienen idea de lo que está pasando en Latinoamérica. No tendrían por qué saberlo tampoco. A veces no sabemos ni qué pasa con otras organizaciones en nuestros países y mucho menos en países vecinos.

Fase 2: Escuchar, observar y actuar

Hay que reconocer que la propuesta de RFSL es la muestra de que nuestros liderazgos necesitan preparar el camino para que otros liderazgos puedan reflexionar sobre sí mismos y sobre a dónde vamos como comunidad, como organizaciones, como ciudadanxs, como humanxs.

Fue precisamente en Sudáfrica en donde comprendimos el gran reto de construir un espacio conjunto para preparar nuevos liderazgos. Habían pasado pocas horas de la  segunda fase cuando la denuncia de una compañera alertó sobre la participación en el grupo de un “macho”, que en su práctica y en su discurso reproducía la violencia de género, la misoginia, el racismo, la transfobia e incluso justificaba los transfeminicidios, como ya lo había hecho en el mes de octubre, ante la indignación de varixs de nosotrxs y el silencio de RFSL en ese momento.

Esta persona agredió verbalmente a nuestra compañera, por el hecho de ser mujer, lesbiana y feminista. Fue allí, ante la evidencia de que con el silencio no se iba a solucionar nada, y que sólo como grupo podíamos responder ante el ataque, reaccionamos rechazando el hecho y exigiendo la expulsión de esta persona, sobre todo por su negativa a pedir disculpas por lo sucedido, así como su rechazo a todo tipo de diálogo frente a su conducta. Por ello no sobra pensar qué tipo de liderazgos, discursos y prácticas legitimamos en el seno de nuestra comunidad y reflexionar qué significa el activismo en defensa de los derechos humanos de las personas con orientaciones sexuales e identidades de género diversas.

RFSL retomó algunas de nuestras observaciones en la evaluación de la primera fase y nuestrxs capacitadorxs tanto como nosotrxs nos soltamos a la experiencia, a la facilitación de las discusiones, a responder nuestras inquietudes, aunque singnificara “salirse de control”. Fue por ello, que además de reconciliarnos con la propuesta, pudimos establecer puentes para entendernos y aceptar que podemos aprender de unxs y otrxs. Nos permitimos sintonizarnos.

Nos dimos cuenta que nuestras luchas aunque diferentes por los contextos históricos, económicos y étnicos en los que vivimos, necesitan fortalecerse y sostenerse de la energía, la inspiración, los retos y enseñanzas de otrxs que como nosotrxs desean transformar el mundo. Por ello la sintonía y el mutuo reconocimiento de nuestros trabajos a través de Rainbow Leaders, así como la posibilidad de conocer activistas tan maravillosxs como quiénes apoyan Gender Dynamix, nos llenó de nuevas fuerzas, energías e ideas, para continuar moviéndonos y haciendo movimiento.

Hay que aplaudir la iniciativa de RFSL, reconociendo los enormes esfuerzo logísticos y económicos que implica este tipo de espacios, pero es importante no perder la perspectiva: los procesos no pueden construirse de forma vertical, desde una mirada colonizada y caduca. No puede seguir sosteniéndose la idea de Norte – Sur u Oriente – Occidente como ejes de poder y conocimiento. Con el tiempo hemos aprendido a valorar nuestro trabajo, nuestros esfuerzos y nuestras miradas como activistas latinoamericanxs y es importante continuar construyéndonos en conjunto, comprendiéndonos desde la diversidad, dialogando en igualdad.

El barco de Alabama sobre el mar, como lo recuerda la canción del inicio, traía la esclavitud, doloroso trance que Sudáfrica enfrentó con valentía y dignidad. En este momento en el que es inminente la renovación de las estrategias  de los grupos de poder económico, religioso y político para coartar las libertades, deshumanizarnos y deshacer el camino trasegado para ganar nuestros derechos, este viaje es una lección para nuestras organizaciones de que la libertad se alcanza dejando el corazón en ello.

Disfruten y compartan la galería fotográfica de esta experiencia.